El punto en el corazón

Una puerta, un principio
Hay un día en el que nos despierta la pregunta : ¿Hay algo más? Hay un día en que nuestra vida nos aparece como un sueño que ya occurrió.  Ese día es una puerta, una puerta hacia un secreto.
Todo lo vivido y todo lo repetido son la materia que nos constituye, pero eso ¿adónde nos lleva? Cuando tocamos ese lugar sin voces, sin movimiento, por encima de lo que llamamos nuestra vida, ¿Quién habla? ¿Quién Eres?

Más allá de lo que hasta esos instantes nos ha movido y nos ha llenado, aparece un vacío, un vacío de nosotros. Nuestros ojos, como agujeros, devuelven alrededor nuestro nuestra propia añoranza. El viaje de muchos deseos se ha culminado. Ahora se trata de un nuevo incio, un nuevo deseo, una nueva creación.
Decía un sabio que si sacáramos todo el vacío encapsulado en la materia, el Universo entero tendría el tamaño de un guisante. ¿Qué es entonces lo que nuestros sentidos perciben como vacuidad? Otra vez, adónde nos llevan nuestros ojos? Afuera, afuera de mis límites conocidos. Fuera de mi, ¿qué es lo que me espera? Vacuidad? ¿O me espera una nueva pregunta? Un nuevo deseo de Vida.

El corazón humano es el lugar donde habita ese secreto, un centro de conciencia que ordena mundos y elige el misterio que emerge delante de nuestros ojos.  No es un acto de fe, sino la certeza de la Vida que nos habita y que, pulsante, quiere ser manifestada, ofrecida, compartida. El corazón, la dirección hacia nuestra propia creación.
El día en el que recordamos que somos creadores, es el dia Uno de la creación, nuestra creación. Ese dia entramos en otro mundo, un mundo donde somos llamados a participar. Es el día en que empezamos a levantar el velo de nuestra mirada y la imagen de mi/de ti se retira y como por primera vez aparece el otro, no como alteridad, sino como prójimo, cercano. Empezamos a habitar ese lugar donde nos sentimos, donde la corriente de vida que nos habita es el hilo que nos reúne.  La Vida nos toca, la distancia se anula. Caen los velos.

Hay un salto que vamos a dar juntos, y vamos como humanos, con todo, con nuestra vulnerabilidad, y nuestra fuerza inmensa. Adaptarnos ya no va con nosotros. Con alegria salvaje, morimos a la muerte. Aprender a amar es el encargo que nos corresponde.

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