La Semana Santa, celebrada el primer domingo después de la luna llena del equinoccio de primavera, es un momento de celebración para muchas personas alrededor del mundo y nos brinda la oportunidad de conectar con diversos aspectos de la vida y la espiritualidad.
La denominación «luna de Gusano» para la luna llena de marzo tiene sus raíces en la observación de algunas tribus nativas de América del Norte. Esta época del año marca la aparición de las lombrices en la tierra, señalando el comienzo del buen tiempo tras el invierno.
En el judaísmo, la Pascua conmemora la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, mientras que en la tradición cristiana, esta festividad celebra la resurrección de Jesucristo al tercer día después de su crucifixión, siendo la celebración más importante para la Iglesia cristiana.
Ambas celebraciones coinciden en el tiempo y comparten una misma luna llena, un mismo momento astronómico que simboliza la renovación y el renacimiento.
La luna llena y su ciclo anual nos recuerdan la naturaleza cíclica de la vida, invitándonos a reflexionar sobre nuestros propios ciclos vitales. Es un momento para sumergirnos en la oscuridad, en lo desconocido, preparándonos para el renacimiento y la renovación que vendrá después. Volvernos el germen de una nueva posibilidad.
El germen se prepara en las profundidades, en el Egipto interno, en el sepulcro, en lo oscuro, en lo femenino, en la obra negra de la alquimia.
La Semana Santa nos invita a reconocer la importancia de dejar atrás lo conocido y abrirnos a nuevas posibilidades de crecimiento y transformación. Es un recordatorio de que a veces es necesario enfrentar la oscuridad y la fragilidad para alcanzar una nueva etapa de nuestra manifestación y realización personal.
¡Que esta Semana Santa haya sido una oportunidad para reflexionar, renovar y celebrar el poder de la vida y la espiritualidad en todas sus formas!