Llevamos muchos años focalizando la atención fuera de nosotros. Sobre esta base, hemos construido toda una percepción de la realidad en la que hemos dejado de ser, y de sentirnos para ser peones de una reacción mental y emocional a esa realidad externa.
Este juego ha creado toda una actitud de movimiento sin parar, sin descanso, buscando estímulos, sucedáneos que de una forma u otra nos llenen del vacío que supone dejar de ser y de sentirse a uno mismo.
Este camino, no nos ha llevado nunca a ese sentirse lleno y con propósito y son cada vez más las personas y los cuerpos, que claman y reclaman por una salida de esta inercia colectiva.
El primer paso, es la comprensión del mecanismo adictivo que ha tenido esta manera de vivir y empezar a comprender y aceptar que nada ni nadie, externo a nosotros, sea persona o experiencia va a causar ese llenado de vida que es lo que realmente anhelamos.
Solo entonces, lo ocultado por esa inercia, el ser y sentir real, podrá ser reconocido y vivido. Llega el momento del reencuentro más deseado, más real, más con sentido. Contigo mismo. Solo siendo, solo existiendo, podremos volver a mirar afuera e interactuar con esta realidad con sentido y propósito.